Tendencias en la industria alimentaria tras el Covid

Pasar todo el día al aire libre y al sol, tener la libertad de merodear por un espacio exterior de unos 10 metros cuadrados y poder darse un banquete de flores silvestres en pastos abiertos que no conocen los pesticidas o los herbicidas. Esta es la placentera vida diaria que las «chicas» (o gallinas) disfrutan en la empresa alimentaria con sede en Texas Vital Farms, a cambio de producir sus altamente cotizados huevos. Se trata del escenario que uno esperaría encontrarse en una pequeña granja orgánica gestionada por una familia y comprometida con la producción ética.

Vital Farms inició inequívocamente ese camino. Pero ahora está creciendo. Tanto que, de hecho, en 2020 la empresa alimentaria ética aseguró una tasación por valor de 1.300 millones de dólares estadounidenses en una de las ofertas públicas iniciales más anticipadas del sector.

La industria alimentaria pronto estará llena de empresas como Vital. El motivo es que el éxito de la empresa se debe en gran parte a ciertas tendencias enérgicas desencadenadas por la Covid-19. Entre ellas, destacan dos. En primer lugar, los productores de alimentos se están viendo obligados a reconfigurar sus cadenas de suministro después de que la pandemia alterara el comercio global. Se trata de un entorno en el que complejas redes internacionales de suministro y distribución se encuentran bajo presión y sometidas a examen. En segundo lugar, la industria tiene que atender ahora las necesidades de una clientela más exigente que se preocupa menos por la rapidez en la preparación y más por los aspectos nutricionales y éticos de lo que compre y consume.

En pocos años, la industria alimentaria podría tener un aspecto muy diferente , ya que podría estar compuesta casi por completo por empresas que solo posean las credenciales sociales y medioambientales más sólidas.

La pandemia ha desencadenado turbulencias en una amplia gama de industrias. La alimentaria ha sufrido más que la mayoría. Los confinamientos y los cierres de fronteras alteraron la distribución de productos agrícolas y también originaron importantes desabastecimientos de mano de obra en las plantas procesadoras de alimentos.

Al mismo tiempo, la Covid-19 ha originado un cambio en el comportamiento de los consumidores. Una encuesta de la consultora Accenture realizada durante la pandemia reveló que los consumidores priorizaban cada vez más la salud y la sostenibilidad a la hora de decidir qué comprar. Solo en Reino Unido está previsto que las ventas de comida y bebida éticas aumenten un 17%, hasta los 9600 millones de libras esterlinas en 2023, tras haber experimentado ya un crecimiento superior al 40% en los cinco años anteriores a 2018.

En respuesta, la industria alimentaria está invirtiendo considerablemente en una amplia gama de soluciones de alta tecnología. Muchas están orientadas a fortalecer las cadenas de suministro, aumentar los estándares de producción y reducir los desechos alimentarios.

Es quizás en la industria cárnica donde la transformación inducida por la pandemia es particularmente profunda. Mataderos y plantas procesadoras de carne se encontraron en la primera línea de batalla contra la Covid después de la aparición de brotes del virus en instalaciones de todo el mundo.

En los EE. UU., por ejemplo, más de 80 plantas envasadoras de carne de vacuno y porcino notificaron brotes del virus entre abril y junio de 2020. A mitad de mayo, la producción de carne había caído un 40% por debajo de los niveles de 2019.

Pero mantener las instalaciones seguras y libres del virus no es el único problema de la industria. La pandemia también puso de relieve los costes sanitarios y medioambientales asociados al consumo y a la producción de carne. Los estudios han mostrado un fuerte vínculo entre obesidad y Covid. Al mismo tiempo, los consumidores han recordado la excesiva huella medioambiental de la carne. La ganadería es responsable del 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero y representa cerca del 29% del consumo de agua dulce del mundo.

No es de extrañar entonces que el consumo de carne esté llamado a caer y que adquieran más popularidad variedades de carne alternativas más saludables así como dietas a base de vegetales.

La moda de la financiación

Productores de carne alternativa como Beyond Meat e Impossible Foods ya han obtenido cientos de millones de dólares en financiación en los últimos años. Pero Europa no se ha quedado quieta. Better Dairy, una empresa emergente con sede en Londres que elabora productos lácteos no procedentes de animales, ha logrado obtener 1,6 millones de libras esterlinas de financiación inicial en mitad de la pandemia. La empresa se encuentra actualmente en las fases de I+D del uso de fermentación de levadura para desarrollar productos que sean «molecularmente idénticos» a los productos lácteos tradicionales pero sin utilizar animales.

Se espera que el proceso de fabricación se amplíe hasta alterar, con el tiempo, los 700 000 millones de dólares estadounidenses de la industria láctea y la cadena de suministro.

Al otro lado del Canal, 2MX Organic, una empresa de cheque en blanco que tiene previsto adquirir empresas dedicadas a los alimentos orgánicos y a los bienes de consumo sostenibles, obtuvo 300 millones de euros en diciembre en la mayor oferta pública del mercado de París de 2020. La empresa fue fundada por el multimillonario de las telecomunicaciones Xavier Niel y otros dos destacados empresarios franceses que aspiran a sacar el máximo provecho del impulso entre consumidores e inversores, que cada vez más buscan empresas creadas en torno a valores medioambientales, sociales y de gobernanza.

Internet de los Alimentos

La industria, enriquecida por una amplia inversión, debería transformarse en los próximos años para satisfacer las necesidades y los gustos en constante cambio de los consumidores.

La automatización es un área que tendrá un papel protagonista. La producción de carne, por ejemplo, aún requiere una gran cantidad de mano de obra. Este hecho se convirtió en un punto débil durante el brote del virus ya que las plantas tuvieron que luchar por mantenerse operativas con una grave reducción de la mano de obra.

Muchos productores ahora ven la tecnología como un medio para mejorar su resiliencia. Lo mismo ocurre con otras industrias más allá de las cárnicas.

Un mayor empleo de sistemas automatizados no solo garantizaría la seguridad y la calidad de los alimentos. También supondría la ventaja añadida de un uso más eficiente de los recursos. Las líneas de producción y las cadenas de suministro del futuro probablemente se basarán en redes de sensores, en el Internet de las Cosas y en la tecnología de la cadena de bloques.