De Instagram a TikTok, la tecnología transformó nuestra vida cotidiana en una “vida en plataformas”

“Los usuarios viven en red, pero sólo interactúan a través de plataformas: entran en Facebook, Tinder o en el home banking para hacer intercambios, como se sigue entrando en bares, tiendas y shoppings”.

José Luis Fernández, doctor en Ciencias Sociales y profesor de Semiótica en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), describe en Vidas mediáticas. Entre lo masivo y lo individual (La Crujía, 1390 pesos) las relaciones que venimos construyendo durante los últimos años con las aplicaciones de nuestros celulares: las mediatizaciones.

“Una mediatización es todo intercambio de mensajes a través de una tecnología. Lo contrario a la mediatización son los intercambios cara a cara. A pesar de lo que se cree, las mediatizaciones no son virtuales, son tan reales como en el cara a cara, y tampoco son no presenciales: son diferentes modos de presencia en la sociedad mediatizada”, explica a Clarín el experto en comunicación.

La aclaración de que las interacciones mediante aplicaciones como TikTok, Youtube o Instagram son tan reales como las “cara a cara”, recuerda al acrónimo usado por quienes pasan (muchas) horas frente a computadoras y se refieren a lo que sucede fuera de la PC como AFK: Away From Keyboard.

Esto es, lejos del teclado, lo que denota que lo que sucede en los dispositivos tecnológicos sucede “en la vida real” (IRLIn Real Life).

El excesivo uso de las redes, el protagonismo desmedido buscado con las publicaciones, la tiranía perversa del like y la feroz batalla por la atención parecen fenómenos eminentemente nuevos.

Y, sin embargo, Fernández disecciona a las mediatizaciones que sí son nuevas tecnologías, pero cuyas raíces pueden encontrarse en la Revolución Francesa, el Medioevo o, incluso, mucho más atrás.

Esta nueva forma de vincularse que rompe con la vieja estructura donde “se era famoso o no se era” demanda una reflexión más profunda, según el autor.

Acá, el investigador de la UBA y la UNTREF explica el sentido de un libro que se empezó a escribir antes de la pandemia del coronavirus y que, con la llegada del Covid-19, se resignificó a la luz de la ya instalada nueva normalidad.

─¿Para quién escribiste este libro?

─El libro está diseñado para dos públicos: el académico y profesional que se dedica a temas comunicacionales, pero también para público en general realmente preocupado por algún tema respecto de medios, plataformas, aplicaciones o redes. Me refiero a padres que quieren comprender la vida de sus hijos en los smartphones, o a profesionales que pretenden mejorar sus performances en plataformas pedagógicas o comerciales, o a individuos o instituciones que necesitan con urgencia rediseñar su comunicación política.

─¿Qué significa que “estudiar mediatizaciones es, cada vez más, estudiar contextos de la vida social y cultural”?

─La comunicación en vía pública y la recepción móvil de la radio fueron anticipos de contextos mediáticos: acompañaban y obligaban a interactuar en el desarrollo de tu vida social, no en la quietud de la sala cinematográfica o del living hogareño. Las audiencias fueron pensadas originalmente para la gran radio en el hogar o, con más fuerza aún, para la televisión en recepción hogareña y grupal.

─Y ahora, ¿qué pasa con plataformas como Instagram o TikTok?

─En el nuevo ecosistema mediático pasan dos cosas: cada vez más, a través del smartphone, se mediatiza en diversos momentos de la vida cotidiana y, en otro nivel. Se entra a Facebook, Twitter, TikTok, Instagram, YouTube, pero también al home banking, a plataformas de distribución de contenidos sonoros o audiovisuales, a plataformas de citas, como antes. Pero también todavía se entra a un bar, al club, a una oficina, a un edificio educativo, a hacer ciertas actividades. La vida cotidiana de esta época está en tensión entre lo individual y lo público, y ello se ve muy patente en las diferentes plataformas.

─Y esto está atravesado por el “postbroadcasting”. ¿Qué es y qué relación tiene con el documental de Nisman de Netflix?

─El caso del documental sobre Nisman muestra cómo una plataforma de contenidos audiovisuales (Netflix) trae a la escena central de todo un país un caso político-judicial que estaba ya poco presente. A partir de allí, los medios masivos y las plataformas en las que hay opinión, retoman el tema, que es muy polémico en la Argentina. La discusión es doble: sobre el caso judicial y sobre el documental. Denominamos postbroadcasting a ese ecosistema que obliga a la convivencia entre medios masivos y plataformas muy diferentes.

─En el libro se explica que “lo importante ocurre en las fronteras” de estos fenómenos, sin embargo. ¿Qué significa esto?

─Por un lado intentamos comprender por qué existe un fenómeno mediático que genera interés, preocupación o escándalo. Por otro lado, en las plataformas que todos usamos hoy convergen puntos de vista tecnológicos, económicos, sociológicos, políticos. Desde ahí se están estudiando en las academias las grandes transformaciones de la comunicación. Lo importante ocurre no en el centro de lo que la sociedad y la cultura consideran como importante, sino en sus bordes.

─Pero, ¿qué serían estos “bordes”?

─Por ejemplo, los muros, feeds o timelines están llenos de respuestas dialogantes en espacio que son semipúblicos. Siempre hay alguien que pregunta o responde sobre cuestiones de la vida privada, se muestran platos de comida efectivamente confundidos, sin que se trate de un espacio gourmet o equivalente. Esas convivencias implican vidas en fronteras que hace unas décadas eran impensables: se era mediático o no.

Un video en TikTok es un mensaje que es poco frecuente en YouTube: son diferentes plataformas, como ecosistemas y contextos

─¿Cómo impacta el actual desarrollo de las redes sociales en la forma de comunicar un mensaje?

─En términos simples: aunque fuera una concepción discutible, antes había emisores y receptores; ahora, buena parte de los intercambios son entre emisores y emisores, tendrán diferentes repercusiones y poderes pero todos pueden emitir e interactuar en espacio públicos. En el libro se despliegan cinco tipos de circulaciones y tal vez haya otras. Una muy interesante es la que se da en los circuitos musicales en los cuales conviven intercambios cara a cara en vivo con la presencia en diferentes plataformas, generalistas o especializadas.

─Un tema que tratás es la “ambigüedad” de las plataformas (en el ejemplo de Futurock y Vorterix). ¿Cómo opera esto en el receptor del mensaje?

─Las plataformas de radio están todavía en buena parte dedicadas a la emisión, ahora con diversos tipos de intercambio, no sólo sonoros, y aún así, permiten ver las diferentes y complejas posibilidades que se abren para las diversas plataformas.

Mario Pergolini, fundador de Vorterix, una de las plataformas “ambiguas” que señala Fernández. Foto Marcelo Carroll

─Pero en el libro explicás que las plataformas que usamos hoy también se transforman.

─Claro, porque todas las plataformas se transforman, no sólo por propuestas de sus diseñadores y propietarios, sino también por los usos que agregan los usuarios. Un caso de ambigüedad: ¿WhatsApp es una plataforma interindividual, grupal o casi masiva si se arman grupos progresivamente extensos? Es una típica situación de ambigüedad.

─Más allá del Covid, ¿qué cambia con las nuevas mediatizaciones que producen en nuestras vidas aplicaciones como Zoom, Whatsapp y demás?

─Parece que diversas plataformas y aplicaciones, y sus maduraciones e hibridaciones progresivas, serán el contexto socio-cultural de áreas extensas de la vida social, como el trabajo de oficina; la educación, especialmente la universitaria; los encuentros, congresos y coloquios laborales y académicos; el proceso de conocimiento entre individuos, previos a la primera cita y, sin dudas, buena parte de la vida musical.

Tiene vida asegurada la discusión sobre si plataformas como Netflix o Youtube son televisivas o no, o a qué tipo de televisión le dan continuidad

─Retomás la dicotomía “apocalípticos-integrados” de Umberto Eco. ¿Cómo reacciona la academia ante el análisis de estos fenómenos nuevos?

─La presencia de una sucesión de novedades revolucionarias en la sociedad no es nueva pero es más acentuada en momentos invencionistas como en la segunda mitad del siglo XIX y como las últimas tres o cuatro décadas. El reflejo académico, frente a las novedades, suele ser conservador: no compremos como novedad algo que es previo o, más evidentemente, los nuevos temas pueden ser tratados con las teorías y metodologías previas. Lo cierto es que es verdad que muchos fenómenos tienen continuidad, pero también hay fenómenos sin duda transformadores.

─Y tu libro, ¿en qué abordaje se para?

─La propuesta es que, cuando se estudia una mediatización novedosa, la primera etapa de investigación debería ser la reconstrucción de lo previo que se presenta en la actualidad: mensajes de voz y de audio hay desde fines del siglo XIX, noticias breves y discusiones furibundas, al menos desde antes de la revolución francesa y usos ambiguos y diferenciados de la información, desde el fondo de los tiempos (no es lo mismo interesarse por la guerra, que por los precios o la jardinería). Sin esa etapa inicial, es muy difícil comprender la novedad profunda de una nueva mediatización, para poder entender sus transformaciones.