De la soja al ladrillo
Mientras que en los países desarrollados, el dinamismo del sector inmobiliario viene dado por la capacidad de endeudamiento de los agentes económicos (en la mayoría de las economías centrales es el principal fondeo de la inversión inmobiliaria), en el caso argentino, el principal movimiento viene de la mano de las reservas de capital en poder de las familias y de la propensión a transformar ese ahorro en inversión inmobiliaria.
A su vez, el ahorro que hoy se canaliza hacia los inmuebles proviene de dos orígenes: un ahorro mediato que podemos denominar “efecto atesoramiento” y otro inmediato, fruto de excedentes en los ingresos corrientes, al que llamaremos “efecto ingreso”.
Efecto atesoramiento
La inversión inmobiliaria de la post-devaluación de 2002 ha estado basada en el ahorro. El inmenso volumen de ahorro que los argentinos poseen fuera del sistema financiero, que se estima en unos 42.000 millones de dólares, es la masa potencial de fondeo que los desarrolladores inmobiliarios procuran conquistar.
La inversión inmobiliaria directa en nuevos emprendimientos en la Ciudad de Buenos Aires durante 2006 equivale a unos 2.500 millones de dólares es decir el 6% de esa masa de recursos que los argentinos tienen en el “colchón”, como se ha dado en llamar a esa forma de atesorar riqueza. Es decir, que todo el dinamismo del sector inmobiliario equivale a una diecisieteava parte de ese ahorro.
Efecto ingreso
Por otro lado, existen sectores de la economía que han tenido una activa performance en la Argentina de la post-convertibilidad (por ejemplo el sector agropecuario, ciertas industrias sustitutivas de importaciones y los sectores exportadores favorecidos por el nuevo escenario), que también han generado ingresos, cuyos excedentes se han invertido en el sector inmobiliario. De las rentas del agro y sectores sustitutivos de importaciones depende buena parte de los fondos que se invierten en el mercado inmobiliario argentino. Esto explica parte de la continuación del crecimiento del sector entre 2003 y 2007. En una primera etapa de la post-devaluación (2002/3003) se produjo un importante flujo proveniente del atesoramiento, pero la persistencia en la inversión se explica porque gran parte de los excedentes financieros de una economía que creció a un 9% anual en promedio entre 2003 y 2006 fueron aplicados al sector inmobiliario.
Deseosos de diversificar, los empresarios del campo argentino ven en el ladrillo una inversión adecuada para depositar allí sus ahorros. Para quiénes tienen mayor aversión al riesgo y preferencia por rendimientos razonables, el mercado inmobiliario surge como una alternativa válida entre los inversores. Para inversores históricamente adversos al riesgo, el ladrillo sigue siendo la mejor inversión. Para los más propensos, aparece como una alternativa interesante en medio de la alta volatilidad de los mercados financieros y bursátiles.
El buen momento que está viviendo el campo provocó la llegada de muchos productores rurales que buscan comprar departamentos, ya sea como inversión, como pied-a-terre en la ciudad o para que vivan sus hijos que ingresan a la Universidad, motorizando y explicando parte del importante crecimiento que hoy evidencian una importante cantidad de localidades del interior, como Rosario y Córdoba.