De las vanguardias al barro y de la académica a la intelectual popular: en memoria de Beatriz Sarlo

Fue una personalidad única y maestra de multitudes. Pasó de las letras a la discusión pública sobre política y sociedad y ganó nuevas audiencias pero también tremendas descalificaciones. Tenía el cuero duro: los agravios no la atormentaban

Se sentaba sobre el escritorio para dar clase y con ese gesto Beatriz Sarlo exponía un rasgo de su singularidad. Era 1984 y por entonces los titulares de cátedra caminaban con las manos tomadas atrás, mientras circulaban por el salón, o dictaban la clase de pie frente al claustro, cerca del pizarrón o sentados, pero subirse a una mesa no, nunca. No era una forma corriente de exhibir autoridad. Alguna vez dijo que lo hacía porque, como ella era bajita, eso le permitía ver bien las caras de las personas que asistían a sus clases y, sobre todo, que los alumnos la vieran a ella.