Enfermedad X
Kinshasa, República Democrática del Congo — Mostrando los primeros síntomas de fiebre hemorrágica, una paciente se sienta tranquilamente en su cama, discute con dos niños pequeños desesperados por huir de la habitación del hospital que tiene forma de celda en Ingende, una ciudad remota en la República Democrática del Congo.
Están esperando los resultados de una prueba de ébola.
La paciente solo puede comunicarse con sus familiares a través de una ventana de observación de plástico transparente. Su identidad es secreta, para protegerla de ser condenada al ostracismo por los lugareños que le temen a la infección por ébola. A sus hijos también los examinaron pero, por ahora, no muestran síntomas.
Hasta el momento, hay una vacuna y un tratamiento para el ébola, que han reducido la tasa de mortalidad.
Pero la pregunta en el fondo de la mente de todos es: ¿Qué pasa si esta mujer no tiene ébola? ¿Qué pasa si, en cambio, ella es la paciente cero de la «Enfermedad X», la primera infección conocida de un nuevo patógeno que podría barrer el mundo tan rápido como el covid-19, pero que tiene una tasa de mortalidad del 50% al 90% del ébola?
El doctor Dadin Bonkole trabaja en la zona roja del ébola del Hospital Ingende.
«Todos tenemos que tener miedo», dijo el médico de la paciente, el Dr. Dadin Bonkole. «El ébola era desconocido. El covid era desconocido. Tenemos que tener miedo de nuevas enfermedades».
La humanidad enfrenta un número desconocido de virus nuevos y potencialmente fatales que emergen de las selvas tropicales de África, según el profesor Jean-Jacques Muyembe Tamfum, quien ayudó a descubrir el virus del Ébola, en 1976, y ha estado en la primera línea de la búsqueda de nuevos patógenos desde entonces.
«Ahora estamos en un mundo donde surgirán nuevos patógenos». «Y eso es lo que constituye una amenaza para la humanidad».
Cuando era un joven investigador, Muyembe tomó las primeras muestras de sangre de las víctimas de una misteriosa enfermedad que causó hemorragias y mató a aproximadamente el 88% de los pacientes y el 80% del personal que trabajaba en el Hospital de la Misión de Yambuku cuando se descubrió la enfermedad.
Los viales de sangre se enviaron a Bélgica y Estados Unidos, donde los científicos encontraron un virus en forma de gusano. Lo llamaron «Ébola», por el río cercano al brote en el país que entonces se conocía como Zaire.
La identificación del ébola se basó en una cadena que conectaba las partes más remotas de las selvas tropicales de África con laboratorios de alta tecnología en Occidente.
Ahora, Occidente debe confiar en los científicos africanos en el Congo y en otros lugares para actuar como centinelas para advertir contra futuras enfermedades.
En Ingende, los temores de encontrarse con un virus nuevo y mortal siguieron siendo muy real incluso después de la recuperación del paciente que mostraba síntomas que se parecían al ébola. Sus muestras se analizaron en el lugar y se enviaron al Instituto Nacional de Investigaciones Biomédicas del Congo en Kinshasa, donde se realizaron más pruebas para detectar otras enfermedades con síntomas similares. Todo salió negativo, la enfermedad que la afectó sigue siendo un misterio.
En la capital de la República Democrática del Congo, Kinshasa, Muyembe advirtió sobre muchas más enfermedades zoonóticas, aquellas que saltan de los animales a los humanos, por venir.
La fiebre amarilla, diversas formas de influenza, rabia, brucelosis y la enfermedad de Lyme se encuentran entre las que se transmiten de los animales a los humanos, a menudo a través de un vector como un roedor o un insecto.
