Oxford concluyó que la vacuna de AstraZeneca es efectiva contra la variante brasileña de COVID-19

La vacuna no deberá ser modificada contra la variante, que se cree tuvo su origen en la ciudad de Manaos.

Los datos preliminares de un estudio realizado por la Universidad de Oxford indican que la vacuna para el COVID-19 desarrollada por AstraZeneca es eficaz contra la variante P1, o brasileña. Así lo confirmó el viernes a la agencia Reuters una fuente con conocimiento del tema.

La información apunta a que la vacuna no necesitará ser modificada para ser capaz de proteger contra la variante, que se cree que se originó en la ciudad amazónica de Manaos, dijo la fuente, que pidió el anonimato ya que los resultados aún no se han hecho públicos.

La fuente no informó a Reuters la eficacia exacta de la vacuna contra la variante, pero dijo que los resultados completos del estudio deberían de publicarse pronto, posiblemente antes de que termine el mes de marzo.

Los primeros resultados indicaban que la vacuna de AstraZeneca era menos eficaz contra la variante sudafricana, que es similar a la brasileña. Posteriormente, Sudáfrica suspendió el uso de la vacuna en el país.

La información se conoce luego de que un estudio de muestras pequeñas indicara que la vacuna para el COVID-19 desarrollada por la empresa china Sinovac podría no ser eficaz contra la variante brasileña.

Los científicos que llevaron a cabo la investigación aclararon sobre la efectividad de la vacuna de Sinovac que los datos son preliminares, dado que se recolectaron a partir de una muestra de tan solo ocho voluntarios, ahora deberán ser confirmados por una investigación más amplia.

No obstante, esa información sugiere que la variante podría tener una carga viral hasta 10 veces más alta que la original. Los investigadores consideraron que, para prevenir la transmisión de la nueva cepa, pueda ser necesario aplicar una dosis de refuerzo de esa vacuna, actualizada para esta u otras variantes que se presenten.

En respuesta a una solicitud de comentarios sobre el nuevo estudio, Fiocruz, que envió las muestras que constituyeron la base del estudio, dijo a Reuters que no tenía ninguna información porque este era dirigido por AstraZeneca y la Universidad de Oxford.

Los representantes de AstraZeneca y de la Universidad de Oxford no respondieron inmediatamente a solicitudes de comentarios.

Brasil se enfrenta actualmente a una brutal y prolongada segunda oleada del coronavirus, que el miércoles alcanzó un récord diario de 1.910 muertes. El país sudamericano superó recientemente los 260.000 decesos, la segunda cifra más alta a nivel global solo por detrás de los Estados Unidos. También tiene la tercera mayor cantidad de casos positivo reportados, con casi 10,8 millones el viernes, según el recuento de la universidad Johns Hopkins.

La variante P1 es uno de los factores que, según los epidemiólogos, está contribuyendo al aumento de los casos y las muertes, y la comunidad científica se ha mostrado preocupada por la resistencia de la variante a las vacunas.

En Brasil, numerosos estados han vuelto a aplicar restricciones sanitarias por el agudo incremento de los casos y las muertes. El último en hacerlo fue San Pablo, que el miércoles decretó el retorno durante dos semanas a la ‘fase roja’ de restricciones.

La medida comenzará a regir el sábado a las 00:00 (03:00 GMT del domingo). En la ‘fase roja’ sólo se permiten actividades esenciales, principalmente en las áreas de salud, alimentación y transporte público. También fueron calificadas como esenciales las escuelas y las iglesias.

En Río de Janeiro, en tanto, se decretó un toque de queda nocturno y el cierre comercial total en sus playas durante una semana. Este entró en vigor este viernes.

La inacción del gobierno de Brasil para abordar la pandemia -el presidente Jair Bolsonaro ha minimizado la enfermedad desde su concepción y se opone firmemente a cualquier medida sanitaria- ha generado críticas a nivel mundial por el riesgo que puede conllevar fuera de las fronteras.

En diálogo con The Guardian, Miguel Nicolelis, indicó que no evitar la proliferación del virus podría generar la creación de variantes aún más letales que atenten contra la efectividad de las vacunas y la habilidad global de combatir la pandemia.